El vino es Francia, ha moldado su cultura, sus campos y su gente. También te ofrece una oportunidad de lamer tus labios, saborear y compartir.
Una tarde en la Provenza, con el sol sobre tu espalda; ¿qué podría ser mejor que estar en un viñedo contemplando las uvas maduras en la vid antes de descender a la sombra para las catas de barril en bodegas medievales? Allí el vinicultor te enseñará qué hacer, cómo mirar el vino, olerlo, con tu nariz clavada en la copa, luego saborearlo con cada una de las áreas de tu lengua (¿sientes las manzanas, los higos, los clavos, el tabaco?) Juntos escogerán el vino que les guste, después de varias degustaciones, por supuesto. ¿Qué podría ser más satisfactorio que regresar a casa con tu propio descubrimiento?
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