8 jun 2007

Aix-en-Provence - (autostop) - Niza - (tren) - Montecarlo (Mónaco)- Ventimiglia (Italia)

Domingo, 6 de julio: Aix-en-Provence - Ventimiglia
Era domingo, y la esperiencia nos enseñaba que era un mal día para hacer dedo, pero aún así nos pusimos a ello. Desde luego no podíamos pasar el día en el área de servicio.
No hicimos demasiados kilómetros pero para el mediodia llegamos a Niza, y después de estar otro rato decidimos descansar y pasar el día en esta localidad de Costa Azul francesa.
Llegamos andando a la playa, nos costó, ya que las distancias eran grandes y estábamos algo alejados de ella. El sol pegaba fuerte y hacia mucho calor, y después de llegar a la playa llena de gente lo primero que hicimos fue tomar un baño refrescante. Y aunque contrastaba bastante con el lujo que había en el lugar, sacamos de nuestra mochila los sacos de dormir para ponerlos a secar.
Es extraño la fama que tiene Niza como lugar de destino turístico de playa. Tiene una larguísima playa, pero no es una playa de arena sino de piedras redondeadas a las que al final terminas por acostumbrarte, sobre todo al apoyar la espalda al tumbarte. Era curioso ver también el despegue y aterrizaje de diversos aviones en el concurrido aeropuerto internacional de Niza, al borde del mar.
Después de pasear por la curiosa lujosa ciudad costera, decidimos continuar en vez de quedarnos en Niza, por un lado por lo caro que podría resultar y por otro por que teníamos ganas de llegar a la cercana Italia.
Nos cogió un chico, pero no nos llevó hasta Italia, sino nos dejó en Eze, un pequeño pueblo en lo alto de unas montañas que bajaban al mar. Era un lugar turístico y no un lugar de paso hacia Italia, sino a Mónaco. Tratamos de continuar pero vimos que los únicos, o casi únicos que iban hacia delante eran los ricachones monaquescos y turistas que se dirigían a Mónaco. Fue duro tomar la decisión, pero decidimos bajar andando a la localidad a nivel del mar, ya que vimos que había una línea de tren, y por lo menos eso nos podía ayudar a llegar a Italia.
Comenzamos a desandar camino, incluso al principio poníamos el dedo cada vez que pasaba un veloz coche al lado nuestro por si nos llevaba a Mónaco, pero ninguno de los Ferraris, Lamborginis,... nos paró. Dejado la carretera bajamos por un camino al pueblo y llegamos a la estación de tren. Tuvimos suerte, incluso a la noche había servicio desde Niza a Ventimiglia, la primera localidad italiana una vez atravesada la frontera.
Era caro el billete, costaba 28 FF (francos franceses) cada persona, sobre todo en cuenta la pequeña distancia de la se componía el trayecto. Pero era igual, nos "sobraba" dinero, y estábamos a punto de cumplir con nuestro primer objetivo, el atravesar Francia con apenas 200 FF para los dos.
Antes de montar, mientras esperábamos, Klaudio me advirtió de una costumbre francesas que desconocía que consistía en validar los tickets en la máquina destinada para ello antes de salir. Me contó el caso de una amiga suya que volviendo de París al País Vasco tuvo que pagar una multa por no haber validado el ticket aunque lo hubiera pagado religiosamente.
Era un tren de cercanías con múltiples paradas, y Klaudio me convenció (yo no quería) en que hiciéramos una parada en Montecarlo para después volver a coger último tren de la noche y pasar un tiempo en este lugar.
La visita a Montecarlo fue ultrarrápida, además ya de noche no había nada de ambiente y todo estaba muy "apagado" a pesar de la iluminación de las calles. Aprovechamos la ocasión para cenar en un Mc Donald's no antes de hacer cuentas de los francos que nos quedaban. Estuvimos también en el lujoso puerto, donde se puede admirar lujosos yates. Y casi tuvimos que volver corriendo para coger el tren de nuevo. Después de montar el pica no nos dijo nada, no sé si se dio cuenta o no de que nos habíamos bajado.
Paramos en Ventimiglia, y a la salida había un grupo de aduaneros que paraban a algunos para pedirles documentación y registrarles. Tuvimos suerte y nadie nos dijo nada. Ya había pasado la medianoche, y desde luego yo estaba cansadísimo aunque pienso que a Klaudio se le olvidó el cansancio por aquello de entrar a un nuevo país que algún día querría conocer a fondo (no sería en este viaje desde luego).
No tardamos mucho en llegar al camping "Roma" de esta localidad, ya que yo la conocía del viaje que hice el año pasado a tierras griegas y paramos a dormir en el mismo sitio. Después de montar la tienda y dejar nuestras cosas fuimos a tomar un "capuccino", nos lo teníamos merecido, antes de acostarnos.

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